Pasaje a la India
29/12/2008 - blog
Hay lugares en los que te sientes una extraña, y otros donde, como por arte de magia, pareces incorporarte al paisaje como un elemento más, que lleva allí toda la vida. Esa sensación la tuve en India. Y por eso la sesión de cuentos indios Curry y betel es tan importante para mí, porque allí me sentí como en casa. Me trataron, por así decirlo, como a una más de la familia. De ahí que, al preparar la sesión de diciembre en el Harlem Jazz Club, me invadieran las dudas, el miedo a no estar a la altura de lo que mis “ancestros” indios esperaban de mí. Una manera como cualquier otra, supongo, de dejar que aflorara mi perfeccionismo. Así que me puse a ello, e intenté trasladarme hasta India de algún modo.
Y por unos días volví allí, gracias a la excelente voz de Jamie Koot, con la que coincidí en la escuela Vijnana Kala Vedi de Kerala y que me obsequió con un precioso canto a Sarasvati, para abrir la sesión con la bendición de la diosa.
Hojeé también mis cuadernos de kathakali, y recordé a mis perezosos dedos los mudras con los que, según mi maestro, Sri Kalamandalam Keshavan Namboodiri, si te acompañas de las miradas y los movimientos adecuados, puedes decir absolutamente todo.
Leí diferentes versiones del Ramanyana antes de dormir, y mis noches se fueron poblando de guerreros invencibles, demonios malvados, monos dotados de poderes sobrenaturales y ciervos dorados. Y de este modo, poco a poco fue tomando forma la historia de Rama y Sita que quería contar.
Mi amiga Sara me desveló los trucos que toda mujer india debe saber para vestir rápidamente el sari. De una puntuación del 0 a 10, gracias a su ayuda, obtuve en un tiempo récord un nada desdeñable 7.
Probé el cuento en una ocasión propicia, ante mi profesora de kathak Sharmini y sus alumnas. Fue estupendo ver cómo ella disfrutaba cazando detalles de su danza en mis gestos, cómo pueden llegar a fundirse unas cosas con otras…
Y el día llegó. El sol se escondió… y la narradora narró.
Y el mejor premio vino de boca de una amiga que asistió a la sesión con su pareja de origen punjabí, cuando me confesó que él se había sentido trasladado a su país. Cada vez que cuento cuentos de un lugar lejano al mío, es como si viajara allí. Pero es mucho más bonito cuando hacemos el viaje todos juntos.
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