De cuentos en Mexico
27/05/2014 - blocHay lugares en los que de inmediato me siento como en casa, como si de algún modo ya hubiera pasado por allí quien sabe cuándo. Esto es lo que me ha sucedido en México. Aterricé hace apenas una semana y ya me parece llevar aquí semanas, meses, tantas son las experiencias acumuladas estos días. El encuentro con otras maneras de contar y escuchar los cuentos, las experiencias de vida de todos los cuenteros con los que he tenido la fortuna de compartir el aquí y el ahora estos días van encajando piezas, zurciendo tejidos, despertando conexiones y sincronías.
Se hace difícil abarcar todo lo que está sucediendo estos días, así que intentare haceros un resumen de lo que ha sido este festival, poco a poco, cuando el tiempo me lo permita.
Aterrizo en DF a las siete de la tarde, y después de un buen rato esperando las maletas, al salir ya me está esperando una representante del festival, Jackie, que me acompaña en autobús hasta Celaya. Es un viaje de unas tres horas, pero el autobús es tan cómodo que consigo dormir un rato, algo que no he conseguido en 10 horas de vuelo transatlántico. Llegamos a Celaya pasada la medianoche, y me voy derechita al hotel, mi primera noche en México duermo profundamente. A la mañana siguiente, al bajar a desayunar, miro a mi alrededor, veo sonrisas y pronto acabo sentada a la mesa con otros cuenteros frente a un buen desayuno: huevos rancheros, divorciados, a la mexicana, revueltos… Nunca había visto tantas formas diferentes de prepararlos. Y hasta a eso le encontramos el chiste, la historia.
Visitamos también el centro cultural de la villa de la mano de Laura Casillas, el alma del festival: el Palacio de la Presidencia, con hermosos murales de pintura metamórfica de Octavio Ocampo, la catedral, la bola del agua de Celaya, el emblema de la ciudad…
Por la tarde nos dirigimos a la Plaza Central de Celaya para iniciar la gala. La plaza ya está repleta de gente dispuesta a escuchar. Es el primer día que contamos, y el único en que podremos escucharnos a todos, de conocer el arte de cada uno, su modo de transmitir los cuentos. Me conmueve la escucha atenta del público, y me alegra ver como reciben con ganas y cariño los cuentos, como responden a los juegos, a los coros, a las canciones… Les regalo el cuento de La gallina negra, y ellos me obsequian con un ¡ohhh! de asombro cuando sucede la maravilla. Nunca me había ocurrido, otro detalle más que se añade al cuento en su viaje por el mundo. Disfruto de esa escucha atenta, pues ellos han venido a escuchar a los cuentos, pero yo he venido a escucharlos a ellos, uno de los mayores placeres de este maravilloso oficio.
A los postres, nos reparten el programa de la semana: a partir del lunes nos distribuiremos en grupos de 3 o 4 cuenteros y recorreremos escuelas, parroquias, plazas, asilos… para hacer llegar los cuentos a todos los rincones de Celaya y otros pueblos y ciudades de Guanajuato. Nos comentan con detalle cada lugar, su gente, su entorno, para poder dar lo mejor de nosotros en cada contada.
Y hoy mi historia camina hasta aquí. Mañana, más…
Preciosa bitacora de viajera cuentera!